jueves, 4 de abril de 2013

Busco una luciérnaga

Busco una luciérnaga,
pieza contrastante de lóbrega noche,
rompecabezas bicolor de madrugada,
busco al pájaro que quiere ser tiempo,
busco las palabras petrificadas en la cenizas de una rosa,
busco la inmaculada forma del mármol de ayer,
busco al mar, busco en el mar, el origen de las olas, la cuna del horizonte,
busco la esencia,
busco al que buscaba, no al que buscará,
busco al fuego que encendió el fuego,
busco la tierra en que nació la tierra,
busco la voz que bautizó las voces,
camino sobre el cristal para encontrar la primera huella sobre la arena.

Entonces, como cosa natural, se hace tarde, ¿tarde para qué?, ¿para ser demasiado tarde, o para ser temprano? Nunca es temprano cuando naces a destiempo. Me tomo a mí mismo con un desdén sin nombre, y salgo de casa, el sol me toca y una lucidez compartida con las cosas, ilumina mi reflejo en los ojos del que está en el retrovisor del Camaro estacionado. Lúcido, lúcido como el silencio de los sabios, hablo para mis adentros, hablo para mis adentros esperando ser escuchado en los adentros de afuera. Código inidentificable, no es negocio, porque todavía escuchamos con la piel. Melodía de motores, ojo de huracán, que es esta llanura gris y agrietada, andando con pasos hormiga, el mundo se hace gigante, las rocas se vuelven montañas, y el largo de la calle la extensión del mundo plano,
lleno de monstruos dantescos que ladran. Planetas por ojos traigo, llenos de colores sin forma ni límite, la frontera que divide una cosa de otra se vuelve nada. Y entonces la gran Cosa es indudable-
Mente panteísta que le llama Dios, a todo aquello a que no le puede distinguir la silueta.
Salgo de mi calle sin estar de consciente de aquello, y el designio divino de estar aquí,se vuelve una suerte de penitencia de no estar en ningún sitio. Veo los peinados de los hombres, y los pienso como adornos que cubren, una cabeza que también es verdadera, ¿cómo tener fe en lo verdadero, yo que no conozco la mentira? Y los límites del cielo se ven fijados por un par de signos de interrogación, opuestos como si fueran el mismo, y todo se vuelve confuso. Todo se vuelve un gato de vitalidad dudosa metido en una caja inconmensurable, de un universo inconmensurable, de una existencia inconmensurable, de una mente inconmensurable, de algo inconmensurable y todo responde a un pincel, entintado de todos los matices con todos los brillos que juega a libertad con la pintura de las cosas en el óleo del sueño. Entonces, creo que duermo, y lo demás carece sentido, carece de sentido, como una metáfora cuando las cosas ya no responden a otras, cuando sólo existen para habitar mis ojos, cuando sólo existen para mojar mis mejillas de locura virgen, de locura dulce, de victoria cubierta negro y de ironía.

Siento la necesidad de escribir unos versos desincrustados, atorados, como un cubo queriendo entrar en un pequeño agujero con forma de circunferencia  como si mis versos sólo tuvieran seis lados y la poesía, y la verdadera poesía esfera es libre de rodar y rodar, como la pelota pateada por el niño, que llega hasta a mí pidiendo la bolita como quién pide encontrar su camino. Me subo a un taxi, y los versos empiezan a escasear, las ideas se pierden, se pierden en el tacto de mis nalgas sintiendo este asiento caliente, este motor deshidratado y cansado, arrancamos y veo como cuatro ruedas amigas y opuestas empiezan a trabajar...
Y busco, de nuevo busco la fuerza que indujo el primer giro de la primera esfera, buenas tardes escucho desde el volante, entonces en mi lengua aparece como sin aparecer una masa de materia de densidad infinita que estalla para hacerme toser, buenas tardes querido conductor y quizás, quizás sonreí...

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