viernes, 14 de junio de 2013

Carrera gotas abajo

Arthur, frente al gran ventanal, presenciaba el espectáculo de las gotas del cielo cayendo despacio a las cuatro de la tarde. En la calle, una pareja joven caminaba, ella, en sus brazos, intentaba patear los cuerpos de agua con gracia, asustando a las palomas que apenas se atrevían a salir después de la tormenta, él, aparentemente lleno de paz, la apretaba fuerte hacia su pecho. Arthur miró las nubes poniendo especial atención en las que, debido al sol, estaban más emblanquecidas, ¿qué es el amor?, pensó, una de las carcajadas de la chica recargada en un poste verde, traspasó el cristal y llegó hasta los oídos de Arthur, seguramente algo que se lleva y se trae en algún lado del cuerpo, o en algún lado del alma, un objeto que se pierde o se mete en una mochila, algo que disfrutas apretar como él la presiona a ella, ¿qué estará pensando él?, ¿estará siendo un niño enamorado de un juguete que habla y le promete un futuro?, ¿estará abogando a la divinidad que le muestra esa inocencia aparente?, ¿qué piensa ella?, ¿para ella el amor será algo que se pone como ese saco que le quita el frío?, ¿será una herramienta, una manta cálida?, ¿esa soledad que devoran los ojos tan inermes y firmes de él?, ¿qué pensarán de la lluvia?, ¿les gustará el frío?, una luz cósmica se coló por entre las dos nubes más blancas y llegó a la frente de la chica que, cubriéndose del sol que se mostraba más quemante luego de su descanso, recargó la cara en la solapa del hombre que sólo pretendía tenerla lo más cerca que pudiese, aun cuando ella quisiera simplemente jugar a que sus botas negras con gamuza nadaran en un charco de esos tantos que habían quedado en la banqueta, Arthur permaneció en dicha contemplación por un largo rato, hasta que ella se cansó de tener la cara pegada al pecho y tomándolo de la mano, decidió seguir su camino a algún lugar que les permitiera seguir acompañándose, Arthur miró reflexivo al ventanal, quizás el amor sea como esas gotas, se ven hermosas, como adornos transparentes, livianos, escurridizos, juguetones, pero cuando el sol salga se vaporizarán, y no serán más que recuerdos de un sublime tapiz traslucido, un corto instante de melancolía fresca, no serán más que una imagen para ser usada en algún poema, para ser una expresión de estilísticas gastadas, como para adornar una flor con otra, como para diseñar una ilusión con capacidad de imaginarse parte de otras ilusiones, como universos subordinados, paralelos, como una caja adentro de otra más grande, eso debe ser el amor, un misterio de niveles, de etapas, quizás un orden cabalístico, quizás una evaporación futura. Una gota se deslizó hacia abajo, absorbió otra y siguió su camino frenético hasta llegar a la cornisa para después extenderse a través del concreto y desaparecer, mientras allá en el cielo, el sol ya casi se había desprendido totalmente de las nubes. 

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